miércoles, octubre 26, 2005

con]DOMINIO[ : El Caribe y la Vivienda Publica



1999

En los últimos años, se discute si la vivienda ha dejado de ser un problema central para la cultura arquitectónica, sobre todo en países desarrollados. Esto posiblemente suceda por una temprana fatiga después de un siglo de experimentación y análisis por parte del movimiento moderno que convirtió en problema del arquitecto el destino en materia habitacional de las masas. Nunca antes ni después del proyecto moderno, la vivienda había sido responsabilidad directa de los poderes públicos. Ni en la ciudad-capital de la revolución industrial, ni en las situaciones post-industriales de países desarrollados los poderes políticos se han planteado la producción y racionalización de la vivienda como su principal interés. Sin embargo, en los países del tercer mundo la producción de habitación continua siendo, como fue en el pasado de países desarrollados, un problema central de carácter social y político.

La provisión de vivienda a los más pobres resulta ser un problema que compartimos en el ámbito global y aparentemente sin solución. Esto se hace evidente si comparamos dos Boletines de las Naciones Unidas, uno elaborado en 1951 donde se establece que,"....debe ser reconocido que incluso bajo las condiciones más favorables, podría pasar largo tiempo antes de que se progrese lo suficiente en la posibilidad del uso de recursos económicos adecuados para objetivos sociales como aquellos de una mejor vivienda y una mejoría en las facilidades comunales" . Y otro en 1990 1, donde se estimo que más de un tercio de la población de países en desarrollo no posee una vivienda propia habitable. A este documento agregaron la imposibilidad del estado o de agencias privadas de proveer vivienda subsidiada a todos los necesitados y aclaran que con muy pocas excepciones podrían las familias de países en vía de desarrollo adquirir viviendas construidas para ellos bajo una orientación comercial. Ante las necesidades básicas de un subdesarrollo que sufre de insalubridad, escasez, baja calidad y descontrol en la provisión de vivienda, los programas del estado han manipulado estas necesidades con intenciones muy marcadas de control y dominio.

Al igual que los demás países del "otro mundo", la lucha de los pobres en el Caribe por obtener una vivienda adecuada, jamás ha sido fácil. El Caribe ha tenido una historia compartida relativo al rol del estado en sus intentos por proporcionar viviendas a familias de bajos ingresos. Desafortunadamente, la mayoría de estos intentos han sido guiados por objetivos inapropiados y se han sustentado en códigos y modelos de un tipo de modernidad que ha probado mas de una vez ser totalmente inadecuada para el ambiente local. Estos métodos de hacer ciudad no han carecido de buenas intenciones, de eso estamos seguros, pero la realidad es que no han superado una visión limitada del espacio publico que parece haber trabajado en contra de los intereses de los habitantes de nuestras ciudades, especialmente los de menos recursos.

La región caribeña -el mundo en un archipiélago- se nos plantea como un contexto ideal para examinar de una manera crítica las estrategias estatales con respecto a la provisión de vivienda de bajos ingresos en países en vías de desarrollo. La escala de las islas, su legado socio-histórico, así como su diversidad cultural, nos provee un marco comparativo que junto a la riqueza de una variedad geográfica nos permite identificar puntos comunes en diferentes experiencias de la producción de viviendas.


El Sistema Ideológico Arquitectónico : La Experiencia Venezolana


Entre 1954 y 1958, el gobierno venezolano abordó un programa de viviendas sin paralelo en Latinoamérica levantando 97 superbloques de 15 pisos en Caracas y La Guaira, en los cuales 180,000 personas fueron realojadas. La experiencia del Banco Obrero Venezolano, traducida en los grandes superbloques, constituye un fenómeno extraordinariamente rico en consecuencias y enseñanzas. La experiencia de un grupo de jóvenes arquitectos liderados por Carlos Raúl Villanueva, con una formación que no conoce mas que los códigos formales de recientes ensayos brasileños y el racionalismo corbusiano, enfrentan con entusiasmo juvenil la tarea de enmarcar su obra -a pesar de la voluntad política del régimen- dentro de la tipología y los símbolos de una arquitectura progresista y esencialmente social ( Gasparini, 1969).2 De esta manera encaran la gigantesca tarea de dar soluciones de diseño al terrible problema de los ranchos o arrabales.

Sin embargo sus ideales abstractos fueron frustrados por una realidad inconmovible, con el proceder de las construcciones hacían conciencia de las dificultades provocadas por errores internos y por las imposiciones externas de la voluntad política burocrática. A pesar del énfasis de este proyecto en aspectos como la higiene y la salud social y su adhesión a los más radicales códigos modernistas de aquel momento, un reporte de las Naciones Unidas observo: ". . . las dificultades sociales, económicas y administrativas fueron tan serias que prevaleció una total anarquía cívica. . . Cuando la desorganización social se apoderó del lugar, los individuos tuvieron que buscar sus propias soluciones, que en muchos casos consistió en retornar a las fabelas. La falta de una integración social causó serios problemas de relación entre vecinos y el desarrollo adquirió el mas alto nivel de crimen en el área metropolitana" 3. Esta situación urbana descontrolada contribuyó a la muerte de muchos civiles y militares entre 1960 y 1965 y al derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez.

El fracaso espectacular de los superbloques venezolanos apoya la teoría de Alan Lipman del "sistema ideológico arquitectónico", que no es mas que la creencia de que existe una relación manipulable entre espacio, volumen, microambiente y comportamiento social. La piedra angular de esta ideología es la teoría del funcionalismo, que bajo el eslogan "la forma sigue a la función" pretendía resolver a través de la arquitectura los mas graves problemas de la sociedad. Esta obsesión se apoya en teorías superfuncionales derivadas de la fisiología animal y mas tarde apoyadas por la gestalt que entendían el comportamiento como una derivación de influencias del entorno. De aquí se desprende la obsesión modernista de proveer a las masas de una vivienda y un espacio "digno", tomando como piedra angular los módulos prefabricados y los nuevos materiales para crear nuevos territorios de dominio social. No por esto quisiéramos culpar a los profesionales de la construcción del fracaso social e incluso político de estas propuestas, pero estamos seguros que la presentación de dibujos, perspectivas y la grandilocuencia de las representaciones e ideas modernas, jugaron y siguen jugando un rol importante en la formación de una imagen de comportamiento social en la mente de quien ordena los esquemas, el estado 4.


"Big Brother is Watching" : La Experiencia Puertorriqueña


Puerto Rico también ha experimentado décadas de esfuerzos frustrados, desde un programa que pretendía construir 10,000 viviendas al mes, hasta la "eterna pesadilla del shelley system" en la laguna San José, que recientemente fue la protagonista de la implosión más grande jamas efectuada en el mundo, haciendo eco y superando la demolición del Pruit-Igoe Housing en Saint Louis, USA.

A finales de siglo, la experiencia puertorriqueña no era muy diferente a la de las demás islas, el 80% de las viviendas eran bohíos, y la población urbana no representaba mas del 21% de la población total. No es hasta la invasión norteamericana que el desarrollo de las centrales azucareras produce una migración masiva hacia las costas, pueblos y ciudades que se convertían en centros dinámicos de la economía. Para 1950, las autoridades de Puerto Rico habían asumido la política de eliminar los arrabales construyendo proyectos de vivienda publica. Ya para 1966 la CRUV (Corporación de Renovación Urbana y Vivienda) había construido 33,500 unidades y realojado 26,000 familias. Proyectos como el LLorens Torrens en Santurce con 2,000 unidades y Nemesio Canales en Río Piedras con 1,500, entre otros, fueron construidos con la intención de mejorar la calidad de vida de los mas necesitados. Sin embargo, en el fondo representaron la destrucción de los valores y practicas tradicionales de la familia puertorriqueña y el desarraigo de sus comunidades como consecuencia del realojamiento, provocando una dependencia mayor de los pobres en el estado y una reducida conciencia y solidaridad de la clase trabajadora.

El arquitecto e historiador Jorge Rigau explica como un análisis cronológico y simultaneo de la vivienda colectiva en Puerto Rico, nos revela una disociación progresiva entre vivienda y entorno público en intervalos de veinte años, pasando de los edificios en medianeras en la calle San Agustín (1910), al "falansterio"(1930)y a partir de los cincuenta los condominios y "caseríos", "que reducen la necesidad de un área comunitaria publica al espacio negativo que fluye indiferenciadamente entre una estructura y otra". Estos caseríos, como despectivamente se les llama en la isla a los proyectos de vivienda del estado, produjeron un incremento en el vandalismo, el robo y la drogadicción entre los jóvenes y se caracterizaron por una falta total de cohesión social ( Safa, 1974 ).

Los caseríos ofrecen inadecuadas facilidades comunales, cuando las tienen, ya sea para la conversación, el debate colectivo y la acción común, favoreciendo una conformidad pasiva y silente que evita la rebelión y la resistencia. Esta situación ha provocado que las familias, en total oposición a las intenciones originales de estos desarrollos, vuelvan a los arrabales aumentando su población y mejorándolos mientras los caseríos se deterioran mas y más 5. Este tipo de resistencia social no ha sido apoyado por el estado, que nunca ha fomentado lo suficiente los programas de auto-ayuda y mejoramiento comunal. La auto-ayuda 6 y su esencia eminentemente capitalista como veremos mas adelante, contradictoriamente no ha prosperado en Puerto Rico. Recientemente, la proliferación de urbanizaciones cerradas refleja una reacción de la población puertorriqueña ante un estado que no les garantiza los servicios mas básicos, de infraestructura y seguridad, y ante el crecimiento desmedido del vandalismo.

La experiencia puertorriqueña refleja claras similitudes a otras islas del Caribe, sin embargo la dependencia neocolonial de la isla provoca que los valores metropolitanos norteamericanos en términos de consumo y modo de vida compitan con los de la cultura tradicional puertorriqueña. De igual modo, la experiencia en la provisión de vivienda se ha desarrollado a partir de esta relación bimodal, " y los pobres sufren en Puerto Rico de la misma manera que lo hacen los de tierra firme" ( Conway, Potter, 1997).


La Experiencia Cubana : La Ideología Social Hace Arquitectura


La experiencia cubana representa un caso alternativo al problema de la vivienda, esto a pesar que difícilmente los mecanismos socialistas puedan ser parte de la política de los demás estados caribeños donde el sistema capitalista global domina la autodeterminación domestica de estas naciones. Cuba es el único país en la región que logró producir un programa masivo de viviendas industrializadas con servicios urbanos, la mayoría fuera de La Habana. A pesar de todo, estos esfuerzos no fueron suficientes para suplir la demanda de viviendas, y debido al embargo estadounidense y la indiferencia de los antiguos socios socialistas, se vieron en la necesidad de crear un programa alternativo y paralelo vuelto a técnicas de auto-ayuda con un alto apoyo del estado.

Las microbrigadas representan un punto medio entre la vivienda estatal y la iniciativa de auto-ayuda. Este concepto fue hecho publico por Fidel Castro en 1970 y consiste en que a los trabajadores de una oficina o fabrica debe dárseles la posibilidad de construir viviendas para ellos mismos o sus colegas. Para este propósito se les da licencias de trabajo pagadas a algunos trabajadores calificados y son integrados en brigadas de construcción o microbrigadas. Todas las viviendas construidas por una microbrigada deberán ser distribuidas entre los trabajadores de acuerdo a sus necesidades y méritos de trabajo.

Para 1978, 1,100 equipos integrando mas de 30,000 microbrigadistas habían construido mas de 82,000 unidades habitacionales. Por múltiples razones para finales de los setentas, el programa de microbrigadas se había estancado. En 1986 resurge atendiendo necesidades generales de la nación, y no tan solo de sus comunidades de trabajo. Entre 1986 y 1988 mas de 10,000 nuevas micros construyeron mas de 3,000 unidades de vivienda, 25,000 ya estaban en proceso y se construyo también infraestructura y servicios. Una variante más reciente de este programa son las microbrigadas sociales, en este modelo los trabajadores no eran reclutados del mismo centro de trabajo, sino que vivían en la misma vecindad a ser reconstruida, dando la posibilidad que desempleados, amas de casa y ancianos pudiesen tener un trabajo remunerativo.

Uno de los aspectos más controversiales al señalar la importancia de las microbrigadas cubanas es la conexión que existe entre auto-ayuda, capitalismo y pacificación, ya que en el mundo capitalista este programa ha sido parte de una estrategia de pacificar a las masas 7. A pesar de que el socialismo no puede alterar la esencia antisocial de las iniciativas individuales de auto-ayuda 8, Cuba ha logrado organizar estos programas a partir de una base colectiva que no ha excluido a los más débiles (Mathey, 1997), reduciendo la comodificación y mejorando la accesibilidad. Sin embargo, una apreciación positiva, en cuanto a arquitectura y espacio urbano, de las microbrigadas no deja de ser pasional e ingenua. No solo las microbrigadas, sino también los programas estatales de producción masiva industrializada cubanas, no han generado un cambio ni una mejoría en la calidad de las edificaciones ni en la vida urbana de los habitantes (amenidades colectivas, etc.). Esto convierte al programa de viviendas cubanas en un esfuerzo comparativo interesante con otras economías, pero nunca en un "modelo demostración" a ser adoptado por otros sistemas caribeños.

]INVI[ able : La Experiencia Dominicana


Si algo podemos establecer de la experiencia venezolana, puertorriqueña y cubana- la dictadura latinoamericana, el neocolonialismo capitalista y el régimen socialista- es que a pesar de condiciones económicas, políticas y sociales radicalmente diferentes, la provisión de viviendas no deja de estar regida por una modernidad obsoleta que engloba a los tres países bajo una misma sombrilla de fracasos e ineficiencias. La experiencia dominicana viene a representar en este contexto, la democracia representativa, y como veremos mas adelante tampoco es una experiencia diferente a la de las demás islas.

La República Dominicana ha tenido una historia muy rica en lo referente a la vivienda colectiva, sobre todo antes de mediado de siglo. Nuestra experiencia abarca un rango tan amplio en términos cuantitativos y cualitativos, que nos lleva del grupo de viviendas quintillizas en el barrio Duarte hasta las 3,000 unidades habitacionales de Invivienda Santo Domingo, pasando por experiencias en lotes y servicios, el "urban renewal criollo", experiencias frustradas de prefabricación, caseríos y multifamiliares, en otras palabras todas las estrategias modernas propias del gigantismo adoradas por nuestros gobiernos centrales. El gigantismo llegó tarde a Santo Domingo, en comparación con Puerto Rico (1950) o Cuba (en los primeros años de la revolución). Esfuerzos urbanísticos realizados a principio de los años setenta, como el desarrollo de Honduras, Los Jardines, y otros proyectos aislados se han visto empañados por posteriores desarrollos, como el redesarrollo de Villa Juana y San Carlos, la Ciudad del Almirante, Los Guaricanos, y toda una cartera de proyectos ejecutados por el gobierno balaguerista que han generado en la conciencia social una total confusión respecto a la verdadera esencia de la vivienda social. La actitud paternalista y premeditada de este período de gobierno nos hizo entender la vivienda como un producto de intercambio o comodidad. Una comodidad fuera de contexto o grupo social, y que solo ha buscado llenar un número más en las páginas de bitácoras estatales. El gobierno perredeísta por su parte apoyó el proyecto que más se relaciona a la practica del gigantismo, los proyectos Invivienda Santo Domingo, Santiago y La Romana desarrollados a medias por el Instituto Nacional de la Vivienda, que proyectaban mas de 10,000 unidades habitacionales repartidas entre tres importantes centros regionales 9.

No obstante la extensa lista de proyectos desarrollados durante los últimos veinticinco años, nos atreveríamos a afirmar que vivienda asequible 10 solo hemos tenido previo a la institucionalización de la provisión de habitación, o actuando en paralelo desde el sector informal. Lo que mas llama nuestra atención de esta institucionalización es que a diferencia de los otros países del puente caribeño, la República Dominicana no cuenta con un Ministerio de Vivienda y Asentamientos Humanos. El Instituto Nacional de la Vivienda, creado en 1961, con la finalidad de resolver el problema habitacional de las clases mas pobres, no ha sido mas que otra de las entidades ejecutoras que actúan totalmente independientes de otras instituciones que manejan las regulaciones del urbanismo y la planificación nacional, regional o local. En nuestro país han existido siete diferentes instituciones ejecutoras de vivienda las cuales han llegado a operar al mismo tiempo: el Instituto Nacional de la Vivienda (INVI), el Instituto de Auxilios y Viviendas (INAVI), la Secretaría de Estado de Obras Públicas y Comunicaciones (SEOPC), la Oficina Coordinadora y Fiscalizadora de las Obras del Estado, la Oficina de Ingenieros Supervisores de las Obras del Estado, el Ayuntamiento, la Liga Municipal Dominicana y el Instituto Agrario Dominicano. De las siete, solo dos ejecutan en este momento proyectos de vivienda, el INVI y la Oficina Coordinadora y Fiscalizadora de Obras del Estado, una creación del gobierno central reformista como método para acelerar de manera unilateral y autocrática los procesos constructivos de vivienda, y que ha sido artífice del 75% de la producción estatal de vivienda.

Sin embargo, si observáramos datos estadísticos del crecimiento del déficit habitacional, concluiríamos que la esencia eminentemente autocrática de las políticas de vivienda del estado siquiera han logrado estabilizar el déficit habitacional nacional, el cual continúa siendo alarmante. En él ultimo censo nacional efectuado por la Oficina Nacional de Estadísticas en 1993, se registró que él numero de viviendas en República Dominicana creció cerca de un 3% mas que el numero de habitantes en todo el periodo. El numero de viviendas ha crecido en relación con el numero de habitantes y de hogares en el país, pasando de 430,652 en el año 1950 a 1,619,616 viviendas en 1993, un crecimiento promedio anual de 27, 818 viviendas (1.68%). Sin embargo la cualidad abstracta de este dato no puede aliviarnos ya que el déficit de viviendas en nuestro país fluctúa por encima de las 35,000 unidades anuales. De acuerdo a Rafael Calventi, "El número de viviendas construidas por el Estado Dominicano en la última década ronda las 35 mil unidades, de muy diferentes categorías, desde los apartamentos de lujo en barrios de clase alta, hasta viviendas rurales. . . . Con esta cifra, sin duda alguna altísima en relación con sus pobres resultados, apenas se ha construido en diez años una cantidad de viviendas equivalente al incremento anual del déficit" Aclara también que si no se incluye efectivamente la incidencia del sector privado, el déficit crecería a razón de 30 mil unidades al año aproximadamente y para el año 2000 el total acumulado sería de 770 mil unidades. Y en el año 2,010 sería de un millón sesenta mil ( Calventi, 1996 ). Si a esto agregamos recientes desastres naturales como el huracán Georges, que dejó 170,000 viviendas destruidas, hablaríamos aquí de un déficit que se convertiría en la pesadilla despierta de cualquier Gobierno Central.

Atacar estos datos abstractos, ha sido el objetivo último de las autoridades competentes de la problemática habitacional. Sus intenciones han atendido solo el dato cuantitativo, en ningún momento el cualitativo, el número abstracto ha sido utilizado como excusa para simplificar el problema de la vivienda a la categoría de comodidad, como el agua potable o la electricidad. Otro aspecto invariable de lo que ha sido la política habitacional del estado en el campo de la vivienda es que la acción directa ocurre solo en respuesta a desastres naturales, durante alguna crisis específica de un régimen que busca credibilidad o conformismo, o durante campañas electorales. Entonces la rehabilitación, el mejoramiento de viviendas y las redistribuciones estatales de fondos internacionales vienen a ser aplicadas a las necesidades de habitación de los pobres. Esto hasta que la crisis pasa o un porcentaje de los daños del desastre es mitigado.

En la actualidad el Instituto Nacional de la Vivienda pasa por un proceso de fortalecimiento, recobrando su protagonismo en la producción habitacional después de años de incompetencia frente a otras instituciones ejecutoras. Su politica habitacional empieza a abandonar el rol único del estado como ejecutor para ser entendido como facilitador, compartiendo su función ejecutora con constructoras privadas, y su función planificadora con la participación de ONG´s y la comunidad organizada. Por supuesto este despertar institucional apenas esta sobre el papel y en estado de experimentación y le hace falta tiempo, continuidad y voluntad política para que el INVI asuma su liderazgo de hecho.

Siendo justos y comprensivos, debemos reconocer los múltiples obstáculos que existen para una buena gestión debido a la responsabilidad ejecutora de una institución que no planifica ciudad solo provee vivienda. La "inviabilidad del INVI" depende directamente de esta separación institucional de hecho habitación y hecho urbano, de planificación y de ejecución. La división institucional de aquellos hechos inseparables de la cosa urbana impide que la vivienda deje de ser otro método político de demagogia. Aún así, entendemos que es posible congeniar la retórica política con una práctica adecuada, 40 años de experiencia nacional en la institucionalización de la vivienda sugieren un cambio de estrategia y posiblemente un repensamiento de nuestro futuro.


Conclusion

Observar hacia el futuro de la vivienda, y por consiguiente de nuestras ciudades, implica repensar nuestras prioridades y demanda cambios radicales en nuestra practica. Por un lado implica cuestionar el complejo de Melusina (Rigau, 1992), que nuestros gobiernos han acogido por un cuarto de siglo, y enfocar hacia una producción de viviendas que incluya directamente al usuario y a la comunidad en un tiempo y escala posibles. En lugar de enfocar en la vivienda como un producto o proto-comodidad impositiva, se deben buscar maneras en que el estado central, las fuerzas de mercado, y el poder municipal puedan facilitar la creatividad personal y la iniciativa comunitaria.

Sin embargo, hay que trabajar conscientes de ciertas ingenuidades que existen tras las iniciativas de la participación y la auto-ayuda. Trabajar tan solo a escala local -el individuo y la comunidad- podría resultar fútil, pues esto solo garantiza el "sobrevivir". Pasar de la "supervivencia" al "desarrollo" implicaría buscar alternativas que controlen los mecanismos globales que patrocinan la pobreza, y reorientar las intenciones del cuerpo político cuya tendencia ha sido beneficiar a los mas poderosos en nombre del "progreso" y la "modernización".

El fracaso general del gigantismo, ha alentado a los gobiernos y a las organizaciones internacionales a buscar nuevos métodos de producción económica de viviendas adecuadas. Estos métodos se han sustentado en una visión antimoderna que han acogido las comunidades "a través de resistencias que enfocan en construcciones alternativas del lugar que responden a la necesidad de la gente de crear un mayor sentido de comunidad y relaciones con la naturaleza, a medida que su contexto urbano-social se ve constantemente reestructurado por la penetración de fuerzas globales" (Harvey, 1992). Esta posición evidentemente posmoderna intenta retomar las teorías de centro-lugar y localidad que fueron rechazadas por el movimiento moderno, construyendo comunidades que se puedan reinsertar a cambios en el espacio, respondiendo de una manera flexible a un futuro cargado de relaciones globales-locales.

Factores económicos y políticos, en el ámbito local y global resultan ser los principales obstáculos para un desarrollo optimo de la vivienda. La cuestión central claramente no es el factor técnico. Aun así es necesario entender que mientras la carencia de vivienda es un producto de factores políticos y económicos, la calidad en la producción y agrupación de estas es un problema de diseño y planificación. Siendo la vivienda asequible aquel problema sin solución al cual nos referíamos al inicio del articulo, cualquier producción acelerada representaría un esfuerzo gigante para una solución diminuta, la experiencia en el gigantismo nos obliga a propiciar cambios en una actitud irresponsable que valora exageradamente la cantidad sobre la calidad. Esto se deduce de una visión pseudo-tradicional que entiende que la construcción acelerada de vivienda social genera necesariamente condiciones para un mejor desarrollo y calidad de vida, y pone gran énfasis en la falta de recursos de inversión -déficit de infraestructura- y no en un déficit de planificación, que si bien es importante para el sector público, resulta indispensable para lograr una participación del sector privado en los proyectos de desarrollo.

Aproximándonos a un marco comparativo referencial entre la vivienda pública en República Dominicana y El Caribe, es evidente que la diversidad geográfica, socio-histórica y cultural de la región no ha jugado un papel que establezca diferencias cualitativas en la producción moderna de la vivienda estatal, mas bien hace evidente las intenciones de un cuerpo político, que ha utilizado el potencial de la grandilocuencia de los desarrollos modernos de vivienda en su provecho. Esto nos deja dudas de que haya existido una voluntad política que haya tratado de mejorar la calidad de vida urbana de las clases mas pobres en la región y en la República Dominicana.

El desarrollo de la vivienda debe entenderse como el progreso y crecimiento en términos de calidad de vida y debe manifestarse en opciones individuales y colectivas de realización. La provisión de viviendas, en términos físicos o materiales, puesta al servicio de estos objetivos y dimensionada de acuerdo a perspectivas óptimas de desarrollo deben convertirse en medios conducentes a los fines que persiga la sociedad, y dejar de ser el centro, objeto y manifestación de una "fantasmagoria de progreso" que penaliza y domina los residentes negando su humanidad.