viernes, noviembre 18, 2005

QUE ALGUIEN NOS LIBRE DEL PARAISO DEL DIOS REMOLACHA





" ¡Están todos locos señor, dicen que lo importante no es que el hombre se realice, sino que su remolacha sea competitiva ¡ "
Ambroise



Mansholt es un ministro holandés que propuso un plan para regenerar la Europa agrícola en la década de los ´60s. Mansholt era muy claro tanto en su tratamiento como en su diagnóstico, el campesino europeo produce mucho y muy caro, mientras las industrias urbanas se quedan privadas de brazos intentando producir como los norteamericanos hace diez años. ¿Que hacer entonces con todo ese campesinado? Exportarlo hacia las ciudades donde su trabajo de inútil y costoso, se volverá productivo y rentable, y de un freno para la economía pasarán a ser un acelerador. Mansholt también hizo el calculo: en lugar de una familia cada diez hectáreas, se necesita una cada doscientas por lo que hay que suprimir a cinco millones de trabajadores de la tierra.

En Esperanza, uno de nuestros innumerables pueblos desconectados, la desgracia de la Europa de Mansholt adquiere un matiz diferente. Mientras una “turba de motoconchos" esperaba la salida de los trabajadores de la zona franca y se sentía el bullicio de comerciantes esperando vender toda su parafernalia "kitsch made in China" a los trabajadores, la chimenea del ingenio Esperanza, en ruinas, era testigo de un aparente nuevo orden económico que había desplazado el poderío de aquel otro orden mundial de la segunda ola. Si asumiéramos estas dos tendencias, distantes tanto en el tiempo como en el espacio, como diagnóstico del principio y desarrollo de una era de competitividad global, esta información nos haría entender que se está conformando una sociedad mundial, de corte liberal, dirigida por los mercados transnacionales e impermeable a las intervenciones locales.

Marshall McLuhan en La Aldea Global, elabora una reseña histórica del desarrollo de los Estados Unidos que refleja de una manera muy clara el proceso y las consecuencias de las desgracias de la Europa de Mansholt y del Ingenio Esperanza.

Lo que resulta sorprendente de las posiciones de McLuhan es que sus comentarios no apuntan tan solo a la formación de un territorio uniforme y controlado por la emergencia de la tecnología y las conexiones transnacionales, sino que fue incisivo en llamar la atención hacia el surgimiento de nuevos actores sociales que podrían de una manera muy efectiva influir en la reivindicación de determinados derechos a partir de sus identidades colectivas.

Señala tambien como estos nuevos actores sociales se ven amenazados por un segmento de este proceso de mundialización que intentan ejercer un ámbito de dominio, “aniquilador de cualquier forma de subjetividad, de la protección social, de la memoria colectiva y de los proyectos individuales”.

En "El complejo urbano en una economía mundial", Saskia Sassen plantea el surgimiento de un nuevo conflicto, el de las desigualdades interurbanas, que surgen a partir de la implantación de procesos globales, y contribuyen a una separación y disociación entre ciudades y sectores dentro de las ciudades, siempre y cuando sean o no competitivos dentro de la economía-global.

Plantea además, que es necesario comprender la manera en que estos sistemas económicos transnacionales se pueden articular conectando localidades específicas de países en desarrollo con mercados y localidades de países altamente desarrollados.

En realidad la nueva economia de la era de la competitividad esta sustentada en cuatro pilares basicos: Conectividad, o la necesidad de interdependencia, comunicación, cooperación y competencia con el resto de espacios propios; Tecnología, capaz de extender la “e” de la economía digital a la totalidad de la economía; Atractividad, de talento, capacidades, recursos, flujos económico financieros, enriqueciendo el espacio local y haciendo estratégicos los recursos disponibles; Comunitarización propiciando la solidaridad y participación de todos los agentes que contribuya a crear una plataforma propia, diferenciada y de éxito. De esta manera se ha logrado proponer una solucion al profundo dilema entre la competitividad y la solidaridad, resultando obvio que ambos conceptos forman parte de un nuevo paradigma integrador, la “coopetitividad”.

La discusion actual sobre la competitividad nacional ha celebrado el hecho que las fuerzas del mercado han contribuido a hacer volar por los aires cualquier proteccionismo económico y social que pudiese ser pernicioso. Pero de nada nos sirve enmascarar utopias de tipo financiero, ni exorcizar los intentos de autocorreccion necesarios para el resurgimiento de aspiraciones locales largo tiempo ahogadas por la ausencia de "esperanza".