jueves, mayo 08, 2008

Del Colón de Cataño a la Isla Artificial : Santo Domingo y los sueños de Haussmann

The giant Columbus statue of Tsereteli

En Puerto Rico, una enorme y costosa estatua descansa en algún almacén, desmembrada y en posible alto estado de deterioro. Es el infame Colón de Cataño, una escultura del artista ruso Zurab Tseretelli de 351 pies de altura que fue rechazada por cinco ciudades en Estados Unidos y Sevilla en España. Las razones para el rechazo varían desde su monumental desproporción hasta que simplemente es muy fea. Sin embargo, el alcalde de Cataño decidió en 1999 requerir la estatua para su municipio, porque entendía que se vería bien en su frente marino y atraería turistas. Para esta tarea se gasto 2.4 millones de dólares en transportarla y aún intenta colectar los 25 millones de dólares que costaría instalarla. No valieron los reclamos de la ciudadanía, en el sentido de que un proyecto de descontaminación ambiental de la ya degradada y contaminada costa era lo realmente necesario. Para “switchblade”, como era conocido el alcalde, la estatua pondría a Cataño y a San Juan en el mapa de los Estados Unidos y subsecuentemente en el mapa del mundo. Además, sobre todas las cosas, era gratis.

En Santo Domingo, cinco años después, Ricardo Bofill presenta un proyecto de una isla artificial frente al Malecón de Santo Domingo ante la Fundación Global, Economía y Desarrollo, allí hace promesas de transformar a Santo Domingo de una “suburbia americana pobre” en una ciudad a escala de cualquier centro urbano mundial que se digne de ser competitivo. Para lograr este noble objetivo el Estado dominicano no tendría que derogar un centavo, simplemente aportaría el espacio marino frente al mas importante espacio publico del país y el jueves por la mañana Santo Domingo estará en el mapa mundial. En otras palabras, ellos nos aportan el hardware, nosotros le regalamos los derechos del software.

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Lo que queremos analizar a partir de esta propuesta, no es la calidad del proyecto sometido por el arq. Bofill y un equipo de arquitectos dominicanos, sino que un gobierno que se digna de estar a la vanguardia de la filosofía de la sociedad de la información, aún no haya aprendido la lección de que el hardware no vale nada, sino aquello que lo opera, el software.

La incansable construcción de elevados, túneles, autovías, metros, puentes, megapuertos y parques cibernéticos, que ha acompañado nuestro adoptado modelo de pensamiento, va muy a tono con la competitividad internacional entre centros urbanos impuesta por la sociedad global. Sin embargo, si bien es cierto que no sería posible el desarrollo local sin una agresiva inversión en infraestructura moderna, no es menos cierto que ha sido una creencia generalizada el hecho de considerar que la sola construcción de infraestructura es un desencadenante del desarrollo

No hablaremos en este contexto de la oportuna discusión del Metro y otros proyectos de infraestructuras impuestos a priori sobre nuestros territorios urbanos, por entender que la discusión ha sido llevada a la fácilmente justificable solución técnica. En realidad la problemática de este procedimiento de decisiones se verifica en la tradición faraónica de nuestra política local. Lo que nos interesa saber es de donde viene esta obsesión por la infraestructura urbana, por las propuestas físicas de ciudad.

El planeamiento urbano es un evento reciente en la historia de las ciudades. Y es que antes de la revolución industrial, la sociedad urbana no se distinguía como un tipo especial de orden. No se creía q estuviese sometida a reglas o principios sociales diferentes a los del campo, la ciudad era mas bien un fragmento de un diseño mayor. Por lo cual los lideres de las grandes ciudades urbanas que conocemos de la antigüedad no eran especialistas, eran Papas como Sixto V o Monarcas como Luis XIV.

No es hasta el Barón Haussmann en Paris que por primera vez vemos a alguien no relacionado a la monarquía, tomando decisiones, aunque sea en su nombre. Encargado de “modernizar” a Paris por Napoleón III, Haussmann eliminó calles antiguas y derribó casas de apartamentos, y las reemplazó con anchos bulevares flanqueados por árboles. El plan de Haussmann incluyó también una altura uniforme de los edificios y elementos de referencia como el Arc de Triomphe y el Gran Palacio de la Ópera, además de la red de jardines que hoy la distinguen. Definitivamente Haussmann fue un gran creador pero su legado a la planificación de las ciudades, intencional o no, nos dejo con un grupo de presunciones de terrible simplicidad:
La primera es la idea de que podemos trabajar los problemas y las propuestas de ciudad como un todo, como una maquina, donde si un componente deja de funcionar como fue planificado se cae el todo estrepitosamente. La otra que se puede diseñar el espacio físico para un uso social determinado. Estas dos ideas que han sido asumidas como una rutina, como puro sentido común, han sido responsables de los mas grandes fracasos de la planificación urbana mundial, el “zoning” y los grandes planes de renovación urbana de los 70’s. Por lo tanto, bajo esta premisa, no podemos culpar a nuestros propios, Nerones, Papas y Faraones, por seguir lo que aparenta ser evidente, por puro sentido comun, a nivel mundial.

Un mecanismo que parecería deseable es el de la participación social organizada. Conseguir que las ciudades puedan hacerse cargo del destino de sus recursos, de acuerdo con los intereses de toda la población local. Sin embargo, como muy bien plantea Tocqueville, “existe una dimensión escondida en el idealismo metropolitano de la comunidad coherente”, el verdadero efecto detrás de esta imagen de comunidad solidaria alrededor de un espacio, es mas bien liberar a los propios individuos de la necesidad de confrontar e interactuar con los demás directamente. Y es en esta idealización de la coherencia planteada por los planificadores urbanos y sociales, que existe un efecto similar al de la presunción maquinista de Haussmann. No es por nada que aun no ha sido reconocida la manera en que comunidades desvinculadas de la estructura social formal, como la comunidad gay o los inmigrantes, aun no se les dé el crédito de ser los catalizadores del desarrollo urbano en tantos centros históricos, solo pensemos en South Beach, Greenwhich Village, Dupont Circle, Atocha. Y es evidente la reacción al respecto de nuestro propio papable en su vaticano criollo, a abrirse a que esta sea una posible solución a nuestro propio malogrado centro histórico.

Para elaborar propuestas en las ciudades que sirvan a propósitos humanos y no maquinistas, tendríamos q cambiar la manera en que los planificadores de ciudades trabajan. En lugar de planificar para una maquina para un “todo” idealizado, tendrán q trabajar para las partes concretas de ciudad, diferentes clases, grupos étnicos, sin planificar necesariamente su futuro, en un proceso mas vinculado a la "coopetitividad" o la participación informada, internalizando los pros y contras de tomar opciones impositivas sobre los territorios locales, pero no. . un momento. . . es como dice “switchblade”, el famoso alcalde de Cataño, “todo el mundo esta de acuerdo con el proyecto, excepto dos o tres enemigos del pueblo, personas que no les importa el crecimiento de Cataño, que no la quieren ver convertida en una gran ciudad”.






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