La fobia Jurassic Park y nuestro movimiento ambiental
La película Jurassic Park generó en su momento diferentes reflexiones sobre aspectos vinculantes al movimiento ambiental. Michael Hutchins, por ejemplo, identificó "el síndrome Jurassic Park" como la posibilidad que existe en el futuro, de que especies ya extintas puedan resucitar y convertirse en nuestras mascotas. De manera que es posible que pronto salgamos de un "pet shop" con un Tigre de Tasmania con las patas reducidas como bulldog y muy, pero muy peludito.
Pero no es este el síndrome que me gustaría vincular aquí a nuestro atacado e invadido movimiento ambiental. Tampoco es el de ponerle caretas de dinosaurio a algunas personas que sabemos que ni siquiera la necesitan. A lo que me refiero es a una fobia derivada de aquella escena en que los dinosaurios estaban sueltos y los humanos se refugiaban en el centro de visitantes, un espacio tecnológicamente creado para separar a lo irracional de lo racional, a las bestias de los humanos. Pero, de repente, la tecnología falló, los dinosaurios estaban libres entre nosotros y hasta aprendieron a abrir la puerta de la cocina. Ahora nos aterrorizan desde dentro y hasta se ponen de carnada mientras otros te acechan listos para comerte.
Durante años el movimiento ambiental se ha confinado en un espacio cerrado a intereses que pudiesen alejarse de su causa, a veces hasta llegar al hermetismo. Esto posiblemente derivado de los inicios del movimiento ambiental a finales de los años sesentas, cuando la defensa de los recursos naturales se sostenía en el limitado papel de culpabilizadora de conciencias. Sin embargo, es significativo que los medios de comunicación han aceptado como suya la promoción de la problemática del calentamiento global, y los políticos y faranduleros asumen la defensa del medio ambiente como una estrategia demagógica y promocional totalmente alejada de la voz científica tradicional. Si quieres ganarte el apoyo de algunos grupos liberales con los cuales no compartes pensamiento, proponte una ley "light" como la exoneración de impuestos a vehículos híbridos. Si necesitas enfriarte con los grupos conservadores que ni por asomo apoyan tu sindicato, conviértete en la voz de la protección de algún parque nacional. Si has hecho mas que evidente el grado de contaminación de la producción de tu compañía, conviértete en padrino de alguna causa medioambiental de mucho impacto visual. Has perdido ratings entre el segmento joven, transfórmate en un "greenfairy" del reciclaje y el bien hacer.
Es bueno saber es que esta tendencia a “irrumpir en la cocina” del movimiento ambiental tiene nombre. Se llama “greenwashing”, y es definido como la apropiación injustificada de ciertas virtudes ambientales por parte del gobierno, industrias y otras instancias para crear una imagen pro-ambiental que pueda vender un producto o recuperar cierto ranking con el público en general después de haber estado envuelto en algún tipo de controversia. Y es que colocarle verde o “eco” a cualquier cosa está de moda : arquitectura verde, turismo verde, transportación verde, ciudad verde, concreto verde, industria verde. Y si acaso el adjetivo verde tiene implicaciones inesperadas, podríamos tener: ecofuncionario, ecosenador, ecosindicalista y posiblemente hasta ecocandidato. Si lo vemos muy fríamente, ambos bandos se benefician mutuamente, los políticos logran sus minutos de aplausos, los sindicalistas movilizan su gente, las compañías logran sus vallas y las niñas se ven muy lindas con aquel vestido verde. . . muy verde. Y el movimiento ambiental, logra el beneficio de la atención pública y a veces hasta de fondos con los cuales era imposible contar hace tan solo una década.
Pero el hecho es que los beneficios parecen ser desiguales en un planeta donde su propia sostenibilidad se ha vuelto mas una industria que una causa. Mientras los factores externos se introducen cada vez mas dentro de esta nueva posibilidad de marketing o promoción, las organizaciones ambientales se ven relacionadas al mundo altamente comprometido de los negocios y la política. Para lograr beneficios equitativos se necesita mucha astucia y algunas libertades ideológicas, que superen el espíritu pasional de la causa, permitiendo entender cuáles códigos externos son beneficiosos para los buenos propósitos y darles entrada. También se necesita investigación, creatividad, y datos científicos reales, no tan solo el conocimiento empírico de las practicas tradicionales.
En nuestro país, el hermetismo de un importante sector del movimiento ambiental, no ha permitido asumir la participación de prácticas no tradicionales a la causa, como la arquitectura, el urbanismo, los negocios, el turismo, y han preferido enfrentarse a los dinosaurios dentro de la cocina, dejando a los técnicos externos enfrentarse solos al Tiranosaurus Rex. La realidad es que esos monstruos infiltrados en la cocina, agencias no-gubernamentales, supuestos doctores, el experto ocasional, políticos, sindicalistas, artistas, son el pasado evolutivo de aves de paso cuya práctica está sustentada mas bien en el oportunismo, creando confusión e innecesarias luchas internas y desviando la atención de los mas elementales propósitos de la causa por el planeta.
Y es que señores, piénsenlo bien, que puede hacer un dinosaurio en la cocina mas allá de mucho desorden y eventualmente, y si eres muy estúpido .. . . . comerte.