Parquearse en Santo Domingo: Getting there is half the fun.
El viejo adagio "getting there is half the fun", que podríamos traducir como "el proceso de llegar es la mitad de la diversión", ha sido utilizado comúnmente por viajeros frecuentes y por líneas de cruceros para implicar las vicisitudes o placeres que se pasan en el proceso de transportarse a un destino. También es utilizado a menudo para dar importancia conceptual a cualquier acción o proceso por encima de un resultado. La idea de parquear un vehículo en la ciudad de Santo Domingo no se aleja de ninguna de las dos interpretaciones de este adagio.
El parqueo podría ser entendido como aquel lugar donde al bajarnos de nuestros vehículos retomamos el placer de ser peatones. Al llegar a nuestro destino todos hemos experimentado el placer que provoca apagar el aire acondicionado, quitarnos el cinturón de seguridad y sacar la llave del embrague. Todo esto después de sufrir el martirio que implica encontrar un espacio disponible y haber recorrido una gran distancia amén de grandes congestionamientos y no menos tribulaciones.
El resultado placentero de estacionar tu vehículo privado no está desvinculado de acciones y consecuencias que van más allá del beneficio individual de haberte colocado lo más cercano posible a tu destino. De hecho, una gran disponibilidad de parqueos podría estar a la larga perjudicándonos como colectividad más allá de sus pingües beneficios personales. Los lotes de parqueos tienen un gran impacto sobre el medio ambiente y generan limitaciones en nuestra vida social que son directas e indirectas. A menudo son consecuencia de obsoletas prácticas urbanas que asumimos como default y hasta preferimos en la mayoría de los casos.
Si deseamos acomodar nuestro modelo norteamericano de progreso, también deberíamos importar sus consecuencias. En Estados Unidos más del 10% del territorio está ocupado por superficies de parqueo, y al analizar contextos urbanos este porcentaje se eleva a un promedio de 20 a 30%. En una publicación de los años 90’s Finding Lost Space se llama la atención a este fenómeno, e incluso atribuyen a la ciudad de Los Angeles de dedicar mas del 75% de su territorio a acomodar vehículos.
Los parqueos superficiales provocan problemas de drenaje, contaminan el subsuelo, afectan recursos acuíferos de importancia, incrementan el efecto de islas de calor, hacen que las personas no opten por sistemas de transportación masiva desmejorando la calidad del aire y consumen gran espacio que pudo haber sido destinado a actividades urbanas mas productivas. Representan, como muy bien indica Lewis Mumford, el “reductio ad absurdum” del culto americano al vehículo personal.
La realidad de nuestra ciudad de Santo Domingo no es muy lejana a la de Los Angeles, de hecho podría ser peor. En la ciudad de Santo Domingo se ha fomentado una tendencia de crecimiento donde ha prevalecido la Infraestructura de transportación por encima del crecimiento a partir de ordenanzas municipales. El desarrollo urbano periférico se ha producido en forma de casas unifamiliares en parcelas aisladas de desarrollo netamente residencial, provocando una tendencia a la dependencia de viajes en automóvil y a la alta inversión en infraestructura vial, una baja inversión en servicios ciudadanos y un alto impacto en los recursos naturales y agrícolas.
Existen varios núcleos poblacionales en el ámbito del área metropolitana de Santo Domingo: San Cristóbal, Haina, Los Alcarrizos, Villa Altagracia, Pedro Brand, La Victoria, Guerra, Boca Chica, Andrés y Juan Dolio. Estos mantienen una estrecha vinculación con el área central de la cual dependen para muchos servicios y fuentes de trabajo y con la cual intercambian funciones de ciudad-dormitorio en algunos casos. Este intercambio se facilita por la existencia de un eje viario este-oeste, que está siendo reforzado con la construcción del Corredor Duarte, que va desde San Cristóbal hasta La Romana. Esta ejecución, fuera de toda vocación municipal, catalizará un crecimiento periferico que aumentará exponencialmente la población periférica, mientras el Distrito Nacional decrecerá o simplemente estabilizará su población.
Las estadísticas de la Dirección General de Impuestos Internos tampoco es aleccionadora. Existen 2, 734,740 vehiculos de motor en la República Dominicana, de esos el 50.4% está en la ciudad de Santo Domingo, y el 75% son de transportación individual ( 49.5% motocicletas, 24.2% automobiles ). Un escenario como este provocaría que muchas areas de uso público del Distrito Nacional tiendan a ser “complementadas”, o en el peor de los casos, sustituídas por lotes de parqueos. Al mismo tiempo terrenos baldíos de la periferia serían desarrollados por viviendas unifamiliares con escasa transportación pública. Ambas consecuencias acabarían por desmejorar el centro de la ciudad y no conocemos evidencia de ninguna región metropolitana sana sin un centro estable.
De manera que la próxima vez que encontremos un depósito privado para nuestros vehículos, pensemos que posiblemente el viaje, en lo personal, haya sido muy largo y el beneficio para la colectividad muy corto. Como muy bien me decía Cesar Pérez en uno de nuestros numerosos diálogos urbanos sobre Santo Domingo “ Una ciudad mas sana sería aquella en la que la gente pueda ir a comprar el pan sin tener que parquearse”.
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